¿Cómo afecta el cambio climático al vino?

¿Cómo afecta el cambio climático al vino?

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¿Vino y cambio climático? Sí, hay una intensa relación entre ambos, de hecho, desde hace varios años es uno de los focos de estudio de muchos investigadores de ingeniería en enología y viticultura.

Tratan de establecer las transformaciones que padecerá la vid y sus uvas al cabo de los años. Desde En Copa de Balón queremos informaros de todo aquello que conlleva este fenómeno para el desarrollo y la consumición del vino.

El cambio climático es una realidad a la que ya no podemos hacer oídos sordos. Desde mediados del siglo pasado, la temperatura media global ha aumentado casi 1ºC a causa del exceso de gases que generan el tan sonado efecto invernadero. Actualmente, los expertos siguen evaluando las consecuencias que puede suponer para el ecosistema y nuestra forma de vida.

Escuchamos hablar sobre el deshielo de los polos, la subida del nivel del mar y el calentamiento de la atmósfera, sin embargo, ¿qué hay sobre la agricultura? La cultivación del terreno en muchas zonas se ha visto alterada por el cambio de las temperaturas, donde las heladas en primavera o el calor extremo de verano han influido en la producción agraria.

En este sentido, los viticultores se están adaptando a las nuevas circunstancias para reducir el impacto sobre la elaboración de vinos.

¿Qué está pasando?

Se estima que existen aproximadamente 10.000 variedades de vid alrededor de la Tierra que con el paso de los siglos sus propiedades han ido mutando y variando. Además, la mano del hombre ha posibilitado distribuir la uva por diferentes partes del mundo, desde el mar Negro hasta Europa, el Mediterráneo, África, América y Oceanía, donde hemos aprendido a cultivar y elaborar vino de diversos sabores, aromas y texturas.

En España hay un total de 400 variedades de uva que no se trabajan y prácticamente no se conocen debido a la centralización histórica de las variedades francesas (pinot noir, chardonnay, merlot…). Es más, durante siglos, las variedad autóctonas españolas, como la Garnacha, han sido infravaloradas por ser consideradas de maduración tardía y de mala calidad.

Debido al éxito del vino y champagne francés en Estados Unidos durante los años 80 su comercialización se extendió de tal forma que en el resto de países productores de vino, como España, se decidió cultivar lo que vendía en el extranjero, dejando apartadas aquellas variedades más singulares que crecían en zonas altas, secas y frías.

Es evidente que la historia ha marcado la manera de cultivar y producir vino, donde las tradiciones vinícolas están muy arraigadas a los primeros bodegueros, que entre otras cosas, consideraban que los viñedos no debían regarse, hasta la aparición del fenómeno “cambio climático”. Muchos de ellos siguen negando la existencia de este cambio, quizá por el coste que supone modificar los métodos de trabajo. No obstante, los datos no engañan y sabemos con certeza que la vendimia se ha adelantado -entre 10 y 30 días- en toda Europa.

La época de vendimia es la fase más importante para preestablecer cómo serán las cualidades de la uva y qué tipo de vino se logrará obtener de la cosecha. En este sentido, comprobar que la vendimia en países como Francia se ha adelantado 26 días en 50 años o en Australia 30 días en 70, nos reafirma que algo está sucediendo con las temperaturas del planeta.

Sin embargo, la crisis medioambiental puede convertirse en una oportunidad para los países con zonas altas y frías, donde la uva que se cultivaba no maduraba o era de mala calidad, por ejemplo en Reino Unido, Europa Central ,sur de Argentina o Chile, entre otros.

Según informó El País, en España se pueden beneficiar del calentamiento regiones más frías como El Bierzo, Galicia, Asturias y Alto Aragón. Por lo contrario, las zonas tradicionales de vino español como el Mediterráneo, La Mancha, Madrid, Andalucía, parte de La Rioja y de Ribera del Duero.

Consecuencias del cambio climático en la viticultura

El calendario de cosecha ha cambiado, las primaveras se adelantan, los inviernos son más cálidos y cortos, los veranos más largos y con máximas de 36 grados, llueve de forma aleatoria, además, cada vez hay más inundaciones, huracanes e incendios. Para los bodegueros y sus viñedos esto está generando grandes problemas de adaptación, ya que la amplitud térmica -diferencia entre la máxima y la mínima del día- es imprescindible para que la uva sea de buena calidad y el problema es que se está acortando.

La vid, que se cultiva a base de temperatura, agua y sol, será la más afectada:

  1. El calor y la sequía adelantarán la maduración de las uvas.
  2. Las fechas de vendimia se adelantarán para salvar el cultivo.
  3. Serán uvas con mayor concentración de azúcares.
  4. El azúcar pasa a ser alcohol durante la fermentación del vino, y en este sentido, al tener un mayor porcentaje de azúcar también habrá un mayor volumen de alcohol, de hasta 15 grados.
  5. Tendrán menor acidez, es decir, los vinos tendrán menos frescura.
  6. Los vinos perderán distinción aromática y gustativa.
  7. Se producirán caídas de color en los vinos.
  8. La capacidad del envejecimiento también se verá alterada.

Cada una de las propiedades que caracterizan a un vino son fundamentales pero como podemos comprobar están variando y, a pesar de que el mercado actual demande vino ligeros y frescos, habrá que adaptarse a nuevos sabores y aromas puesto que las áreas de cultivo vitivinícolas serán diferentes a las actuales.

Se han puesto en marcha proyectos como MINORVIN donde participan 16 centros de investigación de diferentes regiones españolas con el objetivo de disminuir los efectos del cambio climático en la viticultura.

Su trabajo consiste en examinar 51 variedades de vid de todo el país, subestimadas por el momento de todo el país para comprobar cómo resisten a la sequía, a las enfermedades fúngicas -muy relacionadas con la climatología- y evaluar su calidad enológica para concluir si se puede o no diversificar la producción de vinos con otras uvas no tan empleadas.

Según un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid, los vinos de la Península Ibérica serán de los más afectados por el cambio. Siguiendo esta línea de investigación, Denominaciones de Origen como La Rioja o Ribera del Duero, dos de las más conocidas y fructíferas del país, también han sufrido ciertas transformaciones.

La zona del vino Rioja abarca un total de 65.325 hectáreas y producen alrededor de 336 millones de litros de vino al año. La Denominación de Origen se ubica en la parte occidental del valle del Ebro y se distribuye entre tres Comunidades Autónomas: La Rioja, País Vasco y Navarra. Es una localización muy particular por sus características climatológicas, geográficas y topográficas.

Sin embargo, entre 1950-2014 la temperatura de la D.O Rioja ha aumentado entre 0,9 y 1,2ºC, según los datos de la Universidad de La Rioja.

El aumento de la temperatura en estos 30 años ha hecho de la Denominación un lugar más cálido para la elaboración de los vinos, cada vez más similar a lugares como La Mancha. El vino tinto propio de La Rioja será más fuerte por el aumento del grado alcohólico que va asociado a la temperatura y al azúcar que generan las uvas.

Soluciones

Muchas bodegas españolas ya han asumido la posible transformación de las vides a causa del clima, aunque hay muchas otras que por el momento se niegan a creer que la modificación venga de la mano del clima, sino que lo relación con otras causas externas.

Independientemente de las creencias de unos u otros, es mejor prevenir que curar, ya que estar preparados para ejecutar otro modo de producción facilitará la adaptación a un futuro mercado.

    • Realizar estudios en laboratorios de cada vid para, posteriormente, extenderlos a amplios viñedos
    • Cambiar la tradicional exposición solar de los racimos e intentar protegerlos con las hojas.
    • Plantar en vaso (con la vid aislada) para retrasar la maduración.
    • Mover los viñedos a zonas más altas y frescas.
    • Cambiar la variedad de uva y cultivar aquellas que sean más resistentes a las altas temperaturas.

Dependiendo de las circunstancias de cada bodega las soluciones variarán, sin embargo, lo que debe primar en estos momentos es encontrar la mejor solución para que las pérdidas, tanto en la calidad de los vinos como en sus ventas, sea la menor posible.

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